Jesús o Jesucristo
(Jesús o Cristo; Belén, h. 6 a. C. - Jerusalén, h. 30 d. C.) Predicador judío fundador de la religión cristiana, a quien sus seguidores consideran el hijo de Dios. El nombre de Cristo significa en griego «el ungido» y viene a ser un título equivalente al de Mesías.
La vida de Jesús está narrada en los Evangelios redactados por algunos de los primeros cristianos. Establecidos en Nazaret, sus padres, José y María, se encontraban accidentalmente en Belén para inscribirse en un censo de población cuando nació Jesús. El relato evangélico rodea el nacimiento de Jesús de una serie de prodigios que forman parte de la fe cristiana, como la genealogía que le hace descender del rey David, la virginidad de María, la anunciación del acontecimiento por un ángel y la adoración del recién nacido por los pastores y por unos astrónomos de Oriente.
El Bautismo de Jesús (1655), de Murillo
Aunque la civilización cristiana fijó la cuenta de los años a partir del supuesto momento de su nacimiento (con el que daría comienzo el año primero de nuestra era), se sabe que en realidad nació un poco antes, pues fue en tiempos del rey Herodes, que murió en el año 4 a.C. Fueron precisamente las persecuciones de Herodes las que llevaron a la humilde familia, después de la circuncisión de Jesús, a refugiarse temporalmente en Egipto hasta que el fallecimiento del monarca les permitió regresar. Por lo demás, la infancia de Jesucristo transcurrió con normalidad en Nazaret, donde su padre trabajaba de carpintero.
Hacia los treinta años inició Jesucristo su breve actividad pública incorporándose a las predicaciones de su primo Juan el Bautista. Tras escuchar sus sermones, Jesús se hizo bautizar en el río Jordán, momento en que Juan lo señaló como encarnación del Mesías prometido por Dios a Abraham. Juan, que había censurado las escandalosas segundas nupcias de Herodías con Herodes Antipas, hijo y sucesor del rey Herodes, fue pronto detenido y luego decapitado a instigación de Herodías y de su hija Salomé.
Tras el bautismo y un retiro de cuarenta días en el desierto, Jesucristo comenzó su predicación. Se dirigió fundamentalmente a las masas populares, entre las cuales reclutó un grupo de fieles adeptos (los doce apóstoles), con los que recorrió Palestina. Predicaba una revisión de la religión judía basada en el amor al prójimo, el desprendimiento de los bienes materiales, el perdón y la esperanza de vida eterna; el llamado Sermón de la montaña, con sus admirables bienaventuranzas, es la mejor síntesis de su mensaje.
El Sermón de la montaña (1877), de Carl Bloch
Su enseñanza sencilla y poética, salpicada de parábolas y anunciando un futuro de salvación para los humildes, halló un cierto eco entre los pobres. Su popularidad se acrecentó cuando corrieron noticias sobre los milagros que le atribuían sus seguidores, considerados como prueba de los poderes sobrenaturales de Jesucristo. Esta popularidad, unida a sus acusaciones directas contra la hipocresía moral de los fariseos, acabó por preocupar a los sacerdotes y autoridades judías.
Jesús fue denunciado ante el gobernador romano, Poncio Pilatos, por haberse proclamado públicamente Mesías y rey de los judíos; si lo primero era cierto, y reflejaba un conflicto de la nueva fe con las estructuras religiosas tradicionales del judaísmo, lo segundo ignoraba el hecho de que la proclamación de Jesús como rey era metafórica: aludía únicamente al «reino de Dios» y no ponía en cuestión los poderes políticos constituidos.
Consciente de que se acercaba su final, unos días antes de Pascua se dirigió a Jerusalén, donde a su entrada fue aclamado por la multitud, y expulsó a los mercaderes del Templo. Jesús celebró una última cena para despedirse de sus discípulos; luego fue apresado mientras rezaba en el Monte de los Olivos, al parecer debido a la traición de uno de ellos, llamado Judas, que indicó a los sacerdotes del Sanedrín el lugar idóneo para capturarle.
Comenzaba así la Pasión de Cristo, que le llevaría a la muerte tras sufrir múltiples penalidades; con ella daba a sus discípulos un ejemplo de sacrificio en defensa de su fe, que éstos asimilarían exponiéndose al martirio durante la época de persecuciones que siguió. Jesús fue torturado por Pilatos, quien, sin embargo, prefirió dejar la suerte del reo en manos de las autoridades religiosas locales; éstas decidieron condenarle a la muerte por crucifixión. La cruz, instrumento de suplicio usual en la época, se convirtió después en símbolo básico de la religión cristiana.
Detalle del Cristo crucificado (c. 1632) de Velázquez
Los Evangelios cuentan que Jesucristo resucitó a los tres días de su muerte y se apareció diversas veces a sus discípulos, encomendándoles la difusión de la fe; cuarenta días después, según los Hechos de los Apóstoles, ascendió a los cielos. Judas se suicidó, arrepentido de su traición, mientras los apóstoles restantes se esparcían por el mundo mediterráneo para predicar la nueva religión. Uno de ellos, Pedro, quedó al frente de la Iglesia o comunidad de los creyentes cristianos, por decisión del propio Jesucristo. Pronto se incorporarían a la predicación nuevos conversos, entre los que destacó Pablo de Tarso, que impulsó la difusión del cristianismo más allá de las fronteras del pueblo judío.
La obra de Pablo hizo que el cristianismo dejara de ser una secta judía cismática y se transformara en una religión universal, que se expandió hasta los confines del Imperio Romano hasta convertirse en el siglo IV en la confesión oficial por obra del emperador Constantino. A partir del siglo XV, con la era de los descubrimientos europeos, se difundió por el resto del mundo, siendo en nuestros días la religión más extendida de la humanidad, si bien se encuentra dividida en varias Iglesias, como la católica romana, la ortodoxa griega y las diversas protestantes.
Visita también la monografía sobre Jesús de Nazaret.